Walter Mitty (Ben Stiller) se acerca al fotógrafo Sean O’Connell (Sean Penn) en el Himalaya. Sean acaba de capturar a través de su lente al fantasma del Himalaya, un leopardo de las nieves (Panthera uncia), un felino muy difícil de ver que habita entre los 2.000 y 4.000 metros de altura, e aun ha sido avistado a 6.000 metros. Sería un trofeo de exploración mayor para cualquier fotógrafo, pero Sean decide simplemente contemplarlo. Walter le pregunta por qué y él responde: “A veces no lo hago. Si me gusta un momento, no me gusta distraerme con la cámara. Sólo me gusta formar parte de él”.
—¿Formar parte de él? —pregunta Walter.
—Sí, justo allí. Justo aquí… Ya se fue.
“Yo, nunca”, responde el fotógrafo y ornitólogo ibicenco Oliver Martínez cuando se le pregunta si él, al igual que Sean O’Connell en la película ‘La vida secreta de Walter Mitty’, tampoco dispararía. Hace unas semanas regresó del Himalaya después de capturar aproximadamente doscientas imágenes del hermoso y esquivo animal, pero no con la Nikon F3/T que lleva Sean O’Connell en la película, una anacronismo, sino con una Fujifilm X-H2S con un objetivo Fujinon de 500 milímetros 5.6 “muy ligero”. Martínez había estado deseando fotografiar al leopardo de las nieves, especialmente después de ver el documental de Marie Amiguet y Vincent Munier ‘La panthère des neiges’, que ganó el premio César al mejor documental en 2021.
Fotografiar a un leopardo de las nieves era “el objetivo y el motivo del viaje” al que un camarada lo invitó: “Es un colega de Madrid que organiza viajes fotográficos de naturaleza en grupos pequeños. Antes de ofrecer destinos que cree que pueden ser atractivos, necesita conejillos de Indias”. Y Oliver fue uno de los seis conejillos de Indias. Los seis se conocían entre sí.
Su camarada sabía que a Oliver le encantan los destinos nevados y extremos, con un aspecto monocromático. No dudó “ni un segundo” cuando le propuso el viaje hace un año, a principios de 2024. Primero aterrizaron en Delhi: “Por suerte, estuvimos poco allí. Nunca había estado en la India y no tenía demasiados motivos ni ganas de estar allí. Y después de haber estado, mucho menos. La verdad es que no me pareció nada atractivo”. Luego se dirigieron hacia el norte, hacia Kibber, en pleno Himalaya, donde establecieron su campamento base durante cinco días. Primero volaron hasta Chandigarh (a 300 kilómetros de Delhi) y desde allí se adentraron en el Himachal Pradesh en un vehículo hasta llegar a Kaza, en el Valle de Spiti. Tardaron 16 horas en llegar, cuando lo normal son ocho.
A ritmo local.
Su camarada sabía que a Oliver le encantan los destinos nevados y extremos, con un aspecto monocromático. No dudó “ni un segundo” cuando le propuso el viaje hace un año, a principios de 2024. Primero aterrizaron en Delhi: “Por suerte, estuvimos poco allí. Nunca había estado en la India y no tenía demasiados motivos ni ganas de estar allí. Y después de haber estado, mucho menos. La verdad es que no me pareció nada atractivo”. Luego se dirigieron hacia el norte, hacia Kibber, en pleno Himalaya, donde establecieron su campamento base durante cinco días. Primero volaron hasta Chandigarh (a 300