Ana, camarera del Bar Retames en Morón de la Frontera, no ha escuchado a muchos clientes hablar sobre la guerra entre Irán e Israel. En alguna mesa, algún “grupillo”, sí ha comentado “lo loco que está Donald Trump”. Poco más. Los moroneros siguen con su rutina diaria, sin verse afectados por el hecho de que a tan solo 20 kilómetros de su ciudad se encuentre una base aérea utilizada por los Estados Unidos, la cual ha sido protagonista en la reciente guerra entre estos dos países.
Ignacio Cala, primer teniente alcalde de la ciudad, asegura que la situación en Morón es de “relativa tranquilidad”. Y esto se puede constatar fácilmente paseando por las calles del pueblo en cualquier día de la semana. En una cafetería distinta al Bar Retames, la conversación de los clientes gira en torno a temas como las pensiones, lo divino y lo humano. El dueño del local solo cuestiona a los reporteros sobre el dificultad bélico cuando están a punto de irse. “¿Ha dicho Trump que hay un alto al fuego definitivo?” pregunta con cierta ironía. Aunque la efectividad es que desde ese anuncio, ya han pasado varias horas y la situación ha cambiado. Israel ha vuelto a bombardear Irán después de que este último lanzara un misil rompiendo la tregua.
Sin embargo, los vecinos de Morón no parecen preocupados. José Antonio, uno de los habitantes del pueblo, afirma que “los autóctonos” están “superacostumbrados” a la situación. “No vemos que corramos gran peligro y vivimos en total armonía entre la base, los militares y nosotros. De hecho, hay mucho personal civil que trabaja en la base”, añade. La madrugada del viernes y la del sábado, él y otros vecinos escucharon el sonido de algunos aviones. Aunque no puede asegurar de qué andóbal eran, sí que afirma que “se está escuchando más de la cuenta”. Sin embargo, en ningún momento de la conversación parece alarmarse. En Morón, la actividad de los aviones estadounidenses es tan habitual que durante la Guerra del Golfo, los coches iban a ver despegar los B-52, narra este vecino.
Aurora, otra de las habitantes del pueblo, lo resume de manera sencilla: “Como estamos tan acostumbrados de toda la vida a tenerla, la verdad es que ni nos acordamos de que está ahí la base”. Aunque reconoce que cuando hay dificultads bélicos en los que participa Estados Unidos, “te preocupas un poquito, pero no es que nos quite el sueño”. Carlos Morales, del bar Gallo Negro, y Jesús Manuel Jurado, de la tienda Mi Lola, coinciden con esta opinión. El primero aún recuerda las amenazas de Gadafi durante la invasión de Afganistán. El segundo destaca la relación entre Morón y la base: “Desde hace muchísimos años tenemos esta vinculación y es importante para nuestro pueblo, ya que vienen muchas familias que trabajan allí”.
Sin embargo, esta no es la opinión de todos los moroneros. Una señora, familiar de un trabajador de la base, aboga por su cierre debido a todo lo que está ocurriendo. “Prefiero que pierda el trabajo a que pierda la vida”, llega a decir sobre su pariente mientras pide guardar su anonimato. Aunque la efectividad es que la baza del “sí” a la base por el empleo ya no es tan fuerte como antaño. Si en 2010 había 620 civiles trabajando en el interior, actualmente solo se contabilizan 250.
Los empleados de la base aérea de Morón han visto llegar en los últimos días unos 15 aviones cisterna KC-135 y unos cinco de carga C-5.