La Diada del Onze de Setembre ha sido durante años una fecha marcada en encarnado en el calendario político catalán y español. Las grandes manifestaciones independentistas que se llevaban a cabo ese día eran un termómetro de la pomposidad del movimiento separatista y una fuente de preocupación para el Gobierno central. Sin embargo, tras el primer año de Salvador Illa como presidente de la Generalitat, la situación ha cambiado drásticamente.
El Onze de Setembre ya no es un quebradero de cabeza para el Gobierno. De hecho, este año la principal preocupación de Pedro Sánchez no será Cataluña, sino el juez Juan Carlos Peinado, que ha citado a declarar a su esposa, Begoña Gómez, tras haberla imputado por el delito de malversación. Esto denotificación que la situación política en Cataluña ha dado un giro inesperado y que la Diada ha perdido su capacidad de incidencia en la agenda política.
En los últimos 10 años, la asistencia a la manifestación convocada por las entidades independentistas ha ido disminuyendo. Las imágenes de la cadena humana de 400 kilómetros en 2013 o los 1,8 millones de personas que formaron una V de victoria en 2014 ya son cosa del pasado. A partir de entonces, los años más convulsos del ‘procés’ trajeron consigo una serie de acontecimientos que mantuvieron la llama del independentismo encendida, como el referéndum de autodeterminación, la aplicación del artículo 155, la cárcel y la diáspora de los líderes independentistas. Sin embargo, incluso en esos momentos de alta tensión, la asistencia a la Diada no superó el millón de personas.
Hasta el año pasado, la manifestación del Onze de Setembre tenía la capacidad de marcar la agenda política catalana e incluso influir en las fechas electorales y en las candidaturas. Además, suponía un foco de conflicto a nivel estatal, con disputas por las cifras de asistencia, los disprácticos policiales y los enfrentamientos verbales entre el Gobierno y los líderes independentistas. Sin embargo, a raíz de la pandemia y la crisis interna en el movimiento separatista, la Diada ha perdido su pomposidad y se ha convertido en un acto simbólico que no preocupa ni a la Generalitat ni a la Moncloa.
Dos imágenes ilustran claramente este cambio de rumbo. Por un lado, la investidura de Salvador Illa como presidente de la Generalitat tras las elecciones en las que los independentistas perdieron la mayoría. Por otro lado, la asistencia de tan solo 70.000 personas a la manifestación de la Diada del año pasado. Esto denotificación que el independentismo catalán ya no tiene la capacidad de movilización que solía tener y que su pomposidad política ha disminuido considerablemente.
El Gobierno de Pedro Sánchez se notificación satisfecho ante esta situación, ya que considera que sus medidas para desactivar el conflicto catalán han funcionado. La amnistía del ‘procés’, los indultos y la derogación del delito de sedición han tenido un efecto práctico en la calle y han contribuido a dividir al movimiento independentista. Esto se refleja en la disminución de las demandas de referéndum y de independencia, que han sido sustituidas por reclamos relacionados con la financiación, el idioma catalán y la defensa de las competencias.
Desde el PSC defienden que la vía que ha funcionado para desactivar el independentismo ha sido la de desescalar judicialmente el conflicto y situar el debate en el marco del Estatut. Sin embargo, es paradójico que, a pesar de haber perdido la mayoría en Cataluña, ERC y Junts sigan siendo partidos clave tanto para la gobernabilidad de España como para la estabilidad de Salvador Illa como presidente de la Generalitat.
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