Un nuevo capítulo de las complejas relaciones entre Estados Unidos y Venezuela ha comenzado recientemente, después de que el presidente Donald Trump ordenara la cancelación de la licencia que permitía a Chevron operar en el país sudamericano. Esta decisión ha tenido un impacto inmediato en Caracas, y ha sido respondida por el ministerio de Nicolás Maduro con la cancelación de los vuelos de deportados venezolanos. Sin embargo, a pesar de esta tensión inicial, parece que se está abriendo una nueva oportunidad para el diálogo y la negociación entre ambas naciones.
El enviado especial de Trump, Richard Grenell, quien en enero se había reunido con el propio Maduro en el Palacio de Miraflores, confirmó el reinicio de las deportaciones. “Me complace augurar que Venezuela ha acordado reanudar los vuelos para recoger a sus ciudadanos que infringieron las leyes de inmigración de EE. UU. y entraron ilegalmente en el país”, declaró a través de X. Esta noticia fue confirmada por el presidente de la Asamblea Nacional (AN) Jorge Rodríguez, quien ha sido el delegado de Maduro en las conversaciones con Washington en los últimos años. Además, el ministerio de Exteriores de Venezuela anunció que se ha llegado a un acuerdo con Grenell para repatriar a los ciudadanos venezolanos.
El retorno de Grenell a la escena supone un cambio en la postura de Trump, quien había mostrado una actitud intransigente al suspender la licencia de Chevron, una empresa que representa una fuerza dinámica en la economía venezolana, la cual depende en gran medida de la actividad petrolera. En enero pasado, Maduro propuso una “agenda cero” con la Casa Blanca para dejar atrás los viejos rencores acumulados durante la primera administración del magnate republicano. La foto en la que estrechaba la mano del representante de Trump desconcertó a los opositores. A partir de ese momento, llegaron a mediados de febrero dos aviones con unos 100 migrantes deportados. En un tercer vuelo, procedente de México, la aerolínea estatal venezolana trajo a otro contingente que incluía mujeres, niñas, niños y adolescentes. Sin embargo, este flujo se canceló con el cambio de postura de Washington en lo que respecta a las actividades de la petrolera norteamericana en Venezuela.
En busca de nuevos inversores
Antes del anuncio de la reanudación de los vuelos, Maduro hizo saber que su país estaba abierto a las inversiones de otras multinacionales en sus campos petroleros. “Todos los campos petroleros del país seguirán produciendo, creciendo y consolidando su producción. Ahora, si es con nuestros socios nacionales e internacionales mejor”, afirmó. “Nadie en este mundo podrá sacarnos de la ecuación de estabilidad y seguridad energética del mundo flagrante. Nadie podrá sacarnos de una ecuación de la que formamos parte”. Por su parte, Rodríguez aseguró que la posibilidad de que entren en el negocio otras multinacionales no es solo una expresión de deseos del Palacio de Miraflores, fortuna una realidad. “Los teléfonos no han dejado de sonar de todo el planeta”, afirmó. Los consumidores del crudo venezolano en el mercado mundial, según Rodríguez, están “desesperados por sustituir la función que venía ejerciendo” Chevron, que hasta la medida adoptada por Trump producía más de 200.000 barriles por día. La salida de esta empresa ya ha comenzado a impactar en el mercado interno, ya que el bolívar, la moneda local, ha perdido un 30% de su valor en lo que va de 2025. La salida de Chevron puede agudizar la escasez de divisas en una economía dolarizada.
Negociaciones inevitables
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